Tuesday, March 31, 2009

CHIPICHAPAS



De pequeño, cuando ibamos al río, me enseñaron a hacer chipichapas. Aprendí a lanzar las piedras planas contra el agua, de forma que rebotasen una vez, y otra, saliendo despedidas a lo lejos. Luego, durante esos años que tan pronto pasan de la infancia de nuestros hijos, las piedras, elegirlas, lanzarlas...fue una distracción compartida con mi hija.

En este blog sobre la crisis, en el que me doy (y doy a quien lo lea) razones para perseverar en el esfuerzo contra el desánimo, creo que hoy quería hablar de la humildad. Y se me ocurrió esto de la piedra. La humildad gana siempre. La humildad está en el camino del éxito, porque el éxito nos lo dan lo demás. Son los demás los que nos hacen grandes, cuando nosotros nos empeñamos en ser pequeños. Y esa pequeña piedra, dejándose ir por la inercia del viaje, bota y rebota, crea una huella que se extiende, a traves de ondas sucesivas, hasta abarcar toda la superficie del río. Todo lo cambia con tocar en tres o cuatro puntos. Luego la onda se encarga de transmitir ese impacto. Hay en el agua un efecto multiplicador, comunicador, transmisor. El boca a boca tiene el mismo efecto: bastan dos o tres personas impactadas para que su impresión se transmita. Humildad: no somos nosotros los que conseguimos esto, sino aquellos a los que dejamos el buen sabor de lo bien hecho.

Saturday, March 14, 2009

ABRAZAR EL ANONIMATO



Ser un amateur, alguien desconocido, es una ardua tarea, cuando uno ha alcanzado el reconocimiento público. Porque para ser un personaje público hay que pagar un peaje a la fama. Dice Gesualdo Bufalino que para él lo público era tan desagradable como quedarse desnudo para ser reconocido por el tribunal militar. Para alcanzar la fama hay que publicar, entrar en el juego de los intereses económicos, asimilarse (¿venderse?) al sistema. Uno se deja llevar y al poco tiempo ya está escribiendo de encargo y dando conferencias por provincias, sin ganas, resignadamente, está haciendo algo que no le apetece en absoluto. Acaba mintiendo, re representando "su propio papel".

Ahora Vila-Matas cita a Bufalino, Gesualdo, el siciliano que, con sesenta años, se mantenía inédito, hasta que lo descubrió como escritor Sciascia. Bufalino, que negaba ser escritor, porque -según decía- lo que había escrito no debía publicarse, era una especie de ajuste de cuentas irónico consigo mismo. Bufalino escribia para su uso personal, cosas que para él resultaban totalmente irrelevantes para otras personas. Pero es que eso, precisamente, es lo maravilloso de escribir: lo personal sirve para todos. Dicho lo anterior, resulta lógico que después de su primer éxito y, tras dejarse editar dos o tres libros arrancados por sus editores, Bufalino renunió a seguir escribiendo, renunció a la notoriedad e intentó recuperar la felicidad del anonimato, el entusiasmo y la libertad del amateur. Me resulta admirable lo que dice de Bufalino Vila-Matas, que le gustaba perder en todo. Siempre prefería perder, incluso al ajedrez, lo que justifica que no quisiera publicar.

Ahora, Lobo Antunes dice que tampoco él quiere volver a escribir más, ni volver a hablar, después del próximo libro, que será el último.



Quiere volver a aquél tiempo en que era un militar que escribía, aunque nadie lo supiera. Entonces nadie le conocía y ni siquiera pensaba en publicar. Y escribía para él, íntimamente. Quiere volver a esa autenticidad, a esa inocencia de la escritura, a esa ilusión del inédito, a ese carácter inevitable de la escritura, más allá de exigencias o limitaciones. Quiere volver a la gracia y a la felicidad de lo secreto. "Y vuestro Padre que ve en lo secreto, os lo recompensará". Esa satisfacción se da por añadidura.