Saturday, March 14, 2009

ABRAZAR EL ANONIMATO



Ser un amateur, alguien desconocido, es una ardua tarea, cuando uno ha alcanzado el reconocimiento público. Porque para ser un personaje público hay que pagar un peaje a la fama. Dice Gesualdo Bufalino que para él lo público era tan desagradable como quedarse desnudo para ser reconocido por el tribunal militar. Para alcanzar la fama hay que publicar, entrar en el juego de los intereses económicos, asimilarse (¿venderse?) al sistema. Uno se deja llevar y al poco tiempo ya está escribiendo de encargo y dando conferencias por provincias, sin ganas, resignadamente, está haciendo algo que no le apetece en absoluto. Acaba mintiendo, re representando "su propio papel".

Ahora Vila-Matas cita a Bufalino, Gesualdo, el siciliano que, con sesenta años, se mantenía inédito, hasta que lo descubrió como escritor Sciascia. Bufalino, que negaba ser escritor, porque -según decía- lo que había escrito no debía publicarse, era una especie de ajuste de cuentas irónico consigo mismo. Bufalino escribia para su uso personal, cosas que para él resultaban totalmente irrelevantes para otras personas. Pero es que eso, precisamente, es lo maravilloso de escribir: lo personal sirve para todos. Dicho lo anterior, resulta lógico que después de su primer éxito y, tras dejarse editar dos o tres libros arrancados por sus editores, Bufalino renunió a seguir escribiendo, renunció a la notoriedad e intentó recuperar la felicidad del anonimato, el entusiasmo y la libertad del amateur. Me resulta admirable lo que dice de Bufalino Vila-Matas, que le gustaba perder en todo. Siempre prefería perder, incluso al ajedrez, lo que justifica que no quisiera publicar.

Ahora, Lobo Antunes dice que tampoco él quiere volver a escribir más, ni volver a hablar, después del próximo libro, que será el último.



Quiere volver a aquél tiempo en que era un militar que escribía, aunque nadie lo supiera. Entonces nadie le conocía y ni siquiera pensaba en publicar. Y escribía para él, íntimamente. Quiere volver a esa autenticidad, a esa inocencia de la escritura, a esa ilusión del inédito, a ese carácter inevitable de la escritura, más allá de exigencias o limitaciones. Quiere volver a la gracia y a la felicidad de lo secreto. "Y vuestro Padre que ve en lo secreto, os lo recompensará". Esa satisfacción se da por añadidura.

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