CHIPICHAPAS
De pequeño, cuando ibamos al río, me enseñaron a hacer chipichapas. Aprendí a lanzar las piedras planas contra el agua, de forma que rebotasen una vez, y otra, saliendo despedidas a lo lejos. Luego, durante esos años que tan pronto pasan de la infancia de nuestros hijos, las piedras, elegirlas, lanzarlas...fue una distracción compartida con mi hija.
En este blog sobre la crisis, en el que me doy (y doy a quien lo lea) razones para perseverar en el esfuerzo contra el desánimo, creo que hoy quería hablar de la humildad. Y se me ocurrió esto de la piedra. La humildad gana siempre. La humildad está en el camino del éxito, porque el éxito nos lo dan lo demás. Son los demás los que nos hacen grandes, cuando nosotros nos empeñamos en ser pequeños. Y esa pequeña piedra, dejándose ir por la inercia del viaje, bota y rebota, crea una huella que se extiende, a traves de ondas sucesivas, hasta abarcar toda la superficie del río. Todo lo cambia con tocar en tres o cuatro puntos. Luego la onda se encarga de transmitir ese impacto. Hay en el agua un efecto multiplicador, comunicador, transmisor. El boca a boca tiene el mismo efecto: bastan dos o tres personas impactadas para que su impresión se transmita. Humildad: no somos nosotros los que conseguimos esto, sino aquellos a los que dejamos el buen sabor de lo bien hecho.