LA POSESIÓN Y EL DESEO
No mira. Su mano apenas se posa. Está pero a solas. Hay una ausencia esencial en ella. Una máscara que parece ocultar el todo o la nada. Permanece impasible, inaccesible al placer, sumida en una languidez abstraída. Desearíamos asomarnos a ese balcón para mirar por él... El deseo se intensifica ante la esfinge.
A Buñuel parece obsesionarle la mujer fría. Algo que se resiste a ser poseído. Algo que uno no podrá poseer. Es el tema de "Belle de jour" que se repite en "Ese oscuro objeto del deseo". El varón, impotente y humillado, arrojará agua sobre la mujer deseada. Le lanzará barro. Para empaparla, ensuciarla, mancillar ese objeto de deseo. Y así, dejar de desear. Esa violencia profunda que se desata en las películas del aragonés, libera el deseo y al fin lo cumple, mediante un acto simbólico de posesión. Posesión del alma, que es lo que se niega al deseo.
Sin embargo, puede que tras la máscara no haya nada. Que no haya una respuesta a nuestra pregunta. Que lo más profundo sea la piel. Y que el deseo tenga su propia ley y no se sacie.