AL MIEDO

Tengo miedo. Incluso tengo miedo a entrar dentro de mi miedo, analizarlo, para ver a qué tengo miedo. Tengo miedo a no sé qué. No quiero saber a qué.
Ese miedo me tiene paralizado. Me bloquea. Se apodera de toda mi vida. Estoy asustado. He perdido la confianza. Es esta crisis. Tan larga. No tener trabajo. No tener qué hacer. Disimular que me preparo, que estudio. Pero no tengo ganas. No me creo lo que hago. Y estoy triste, aunque quiera reir. Necesito mandar todo a paseo. Soltar este miedo, librarme de él.
Y para librarme de él, dicen que lo mejor es mirarlo a la cara. Vale. Tengo miedo. ¿Y qué? Tanta gente a mi alrrededor lo tiene. A perder el empleo, a dejar de ser joven, a no tener futuro, a perder lo que tiene ahora, la salud, la memoria...el amor. Miedo a no ser nunca más bella, deseada. Miedo a no poder ya hacer el amor a una mujer. Miedo a perder la ilusión por salir a la calle, por ver el sol, por leer un periódico. Miedo a morir. A ser pasto del olvido. Miedo a no servir para nada. A nadie. A volverme invisible, ciego, sordo, inútil, risible, patético, dependiente, acabado.
La puñetera necesidad de justificar el miedo, de taparlo, de anularlo. La puñetera necesidad de encontrar una frase que anime, que estimule, que reconforme, que adormezca este miedo. Escribir sobre ilusión, sobre fuerza, sobre libertad...mientras el miedo te va corroyendo cada mañana, cada tarde, cada noche. Miedo a seguir viviendo. Miedo a lo que viene ahora. Miedo a la oscuridad. Miedo a quedar desnudo, como un imbécil, expuesto a mi total inanidad humana. Como alguien que no tiene una madre que le quiera. Como alguien que no tiene un abuelo que le diga lo maravilloso que es. Como alguien que entra en su casa como un fantasma.
Ahora, desnudo imbécil, estoy delante de mi miedo...Y espero que me haga el favor de largarse para siempre.