DESENCUENTRO
Él -desde su posición acomodada- lo envidiaba: se contaba que por su cama habían pasado muchas mujeres; era ese tipo de hombre que les gusta, alegre, desenvuelto, inocente incluso. En cambio él había dedicado su juventud al estudio, y no había tenido tiempo para el amor. Lo envidiaba.
No sabía que el otro sentía como si hubiera perdido su vida. Que hoy era una vieja gloria sin futuro. Que, mirando atrás, no le encontraba sentido a tantos años perdidos en trasnoches y farras y alegrías. Que mantenía el tipo y la actitud, porque un Don Juan no puede jubilarse.
Ambos se sentían extraños juntos, tan distintos. Pero ambos pensaban que podrían ser amigos.
No sabía que el otro sentía como si hubiera perdido su vida. Que hoy era una vieja gloria sin futuro. Que, mirando atrás, no le encontraba sentido a tantos años perdidos en trasnoches y farras y alegrías. Que mantenía el tipo y la actitud, porque un Don Juan no puede jubilarse.
Ambos se sentían extraños juntos, tan distintos. Pero ambos pensaban que podrían ser amigos.
1 Comments:
Conozco casos así. La envidia pasada se convierte en una especie de sadismo, perdón-amistad cristiana de pacotilla. Uno busca la seguridad que consiguió el amigo estudioso, el otro se recupera a través de la angustia y el futuro descalabrado del Don Juan. Ambos se necesitan para compensarse, pero jamás serán amigos de verdad.
C´est la vie.
Abrazos
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